Wednesday, April 19, 2006

Diario de la precisión


Antes de que empezara la proyección pensaba que era una de esas películas que si estaban bien era por una actuación. Pero El Custodio es gigante por una decena de razones, aunque es difícil decidir cuál. No es necesario agregar que Chávez es un actor magistral, ya lo han escrito todos los diarios. Una mirada suya sin palabras basta para justificar cualquier toma. Insisto: lo mejor de su trabajo es la escrupulosidad de su cuerpo en el cuadro de la pantalla –quizá por eso le viene perfecto el papel de un personaje ceremonioso. ¿Cómo se hace para lograr que un par de ojos oscuros tengan el brillo que tienen los de Chávez? ¿Cómo se puede ser tan exacto para expresar la melancolía en un rostro que aparentemente no tiene expresión?
Pienso en la escena que abre el final, en el detalle de esos segundos, en la oscuridad de este filme. Esa escena, la del ministro durmiendo, es la que salva a El Custodio de ser parte de ese cine argentino que se escapa por la tangente. Sin este final la película de Moreno sería un Ana y los otros taciturno. Pienso en el personaje hecho de ritos; en el cumpleaños el restaurante chino, en la cama con la mujer, en el recorte de Chávez sobre el mar, en la singular profusión de virilidad de Rubén. La película es inmensa, porque la dimensión de Chávez – alcanzarla es un desafío por sí solo- está duplicada en cada detalle de la hora y media de cinta.
Rodrigo Moreno, si consigo un póster tuyo, lo pego hoy en mi habitación.

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