Sin punto final
Hace varios días vi El niño (L’enfant, Luc y Jean-Pierre Dardenne). Quería escribir unas líneas, pero, por alguna razón, daba vueltas cuando tenía que sentarme dos minutos a pensar de qué trataba. Hay algo molesto en El niño, algo que resulta ambiguo.
Por un lado, el registro crudo y la historia marginal resultan muy sórdidos para aguantar un domingo -estaba el fantasma de Nordeste, el tema de la venta de niños y el molesto tono moral, que, por suerte, no se repite en la película belga. Por el otro, la vitalidad del protagonista; la despreocupación con que vive, con que sale a vender y a recuperar a su hijo; su felicidad frágil frente a un mundo adulto que comienza a inundarlo.
Sería erróneo suponer que sentido de la irresponsabilidad de Bruno –es difícil no rumiar en las palabras No te preocupes, vamos a tener otro- claudica hacia el final de la cinta. Se me ocurre que su acusación en la oficina de la policía tiene que ver no con una toma de conciencia, no con la madurez o alguna otra estupidez del tipo, sino con el temor de perder el afecto de los que ama.
Los Dardenne acertaron en abrir la moral de sus personajes, de llenar de silencio y expectativa la mirada de los actores, de no cerrar con palabras lo que no tiene punto final.
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