Anti-happening
El lunes en la Sala del San Martín pasaron cuatro filmes de la primera época de Warhol: Kiss, Blow Job, Mario Banana y la ya clásica Empire. Nos prevenimos de su probable pesadez y, claro, no miramos con antelación que la programación incluía 155 minutos de silencio.
La sucesión de besos apasionados de Kiss movieron el interés del público.
La sucesión de besos apasionados de Kiss movieron el interés del público.
Pero cuando la cosa se tornó reiterativa, uno que estaba atrás gritó, con voz de chiste: “¡Que muestren una teta!”, con posteriores festejos varios de la sala.
Otro, más cercano contestó:
- Che, si no tienen ganas de ver, levántense, manga de nabos.
Después del “uhhh” reprobatorio, hubo calma. Aunque claro, la mecha ya estaba encendida. Blow Job, por razones obvias, mantuvo el silencio intercalado con alguna que otra risa en la oscuridad de la Lugones.
- Che, si no tienen ganas de ver, levántense, manga de nabos.
Después del “uhhh” reprobatorio, hubo calma. Aunque claro, la mecha ya estaba encendida. Blow Job, por razones obvias, mantuvo el silencio intercalado con alguna que otra risa en la oscuridad de la Lugones.
Empire fue demasiado para el ánimo general. Como se sabe, el film muestra de una imagen nocturna del Empire State durante ocho horas. La que vimos estaba editada en 60 minutos.
Después de los diez iniciales la cosa se puso difícil, y recomenzaron los intercambios en la sala:
-Che, esta es una versión corta, en el diario decía que la original duraba ocho horas.
- ¿Y qué pasaba en el final?
- Y...amanecía...
Risas generales, risas ahogadas y risas abiertas.
- No tenés idea, boludo, no leíste el desarreglo de los sentidos de Rimbaud (¿?).
- A ver, explicá a Rimbaud.
Silencio en la sala, silencio de guerra. El mismo pibe de atrás, otra vez:
- Esto da para que alguien haga un espectáculo allá adelante (la pantalla).
- Pasá vos y hacelo.
Mi amiga V. se había despertado con la discusión. Le dije que se armaba, que era un gran momento. Por dentro, obvio, quería rosca con la imagen del edificio de fondo. Otro dijo:
- Que la pasen rápido, si total no pasa nada...
- Vos sos el que no entendés nada...
- ¡Que pasen Mario Banana!
- Mirá, acá hay gente que pagó la entrada para ver la película, si no te gusta, levantate y no jodás más.
Después del nuevo “uuuuhhh”, la guardia bajó. Algunos se levantaron, otros durmieron. V., iluminada, salió y volvió con sándwichs y golosinas.
Confieso que no resistí: me dormí varias veces en esos sesenta minutos. Entremedio, ya no distinguía el recorte luminoso del edificio. Veía un extraño signo oriental, un robot primitivo, un avión de caza en viaje estabilizado.
-V., me hace acordar a Algo para recordar.
-¿Cuál es?
- Esa que Cary Grant espera a Deborah Kerr en la punta del edificio.
- Ah, si, la ví, es divina.
A esa altura quedaba el veinte por ciento de los que habían entrado en la sala. Había quienes habían salido, haciendo tiempo hasta que llegara el show de Mario.
Cundo prendieron las luces había un clima de paz, o de triunfo zen, yo qué sé.
¿Habría que leer a Rimbaud, a Huxler, a Lao Tsé para ver esto? Mmm... Andy Warhol se divertía demasiado haciendo y pasando estos filmes. ¿Por qué nosotros habríamos de tomarlos con seriedad?
-Che, esta es una versión corta, en el diario decía que la original duraba ocho horas.
- ¿Y qué pasaba en el final?
- Y...amanecía...
Risas generales, risas ahogadas y risas abiertas.
- No tenés idea, boludo, no leíste el desarreglo de los sentidos de Rimbaud (¿?).
- A ver, explicá a Rimbaud.
Silencio en la sala, silencio de guerra. El mismo pibe de atrás, otra vez:
- Esto da para que alguien haga un espectáculo allá adelante (la pantalla).
- Pasá vos y hacelo.
Mi amiga V. se había despertado con la discusión. Le dije que se armaba, que era un gran momento. Por dentro, obvio, quería rosca con la imagen del edificio de fondo. Otro dijo:
- Que la pasen rápido, si total no pasa nada...
- Vos sos el que no entendés nada...
- ¡Que pasen Mario Banana!
- Mirá, acá hay gente que pagó la entrada para ver la película, si no te gusta, levantate y no jodás más.
Después del nuevo “uuuuhhh”, la guardia bajó. Algunos se levantaron, otros durmieron. V., iluminada, salió y volvió con sándwichs y golosinas.
Confieso que no resistí: me dormí varias veces en esos sesenta minutos. Entremedio, ya no distinguía el recorte luminoso del edificio. Veía un extraño signo oriental, un robot primitivo, un avión de caza en viaje estabilizado.
-V., me hace acordar a Algo para recordar.
-¿Cuál es?
- Esa que Cary Grant espera a Deborah Kerr en la punta del edificio.
- Ah, si, la ví, es divina.
A esa altura quedaba el veinte por ciento de los que habían entrado en la sala. Había quienes habían salido, haciendo tiempo hasta que llegara el show de Mario.
Cundo prendieron las luces había un clima de paz, o de triunfo zen, yo qué sé.
¿Habría que leer a Rimbaud, a Huxler, a Lao Tsé para ver esto? Mmm... Andy Warhol se divertía demasiado haciendo y pasando estos filmes. ¿Por qué nosotros habríamos de tomarlos con seriedad?
3 Comments:
Yo te dije que eran mudas, insensible! Ja ja!!!
8:54 AM
Jajaj, lo mejor de la Lugones son los comentarios "intelectuales" como el que dijo no sé qué de los sentidos de Rimbaud. Si estás dormido te despertás enseguida.
6:27 AM
Habría que prender fuego a la Lugones. en homenaje a la víctimas de Cromañon
11:22 AM
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