Monday, August 28, 2006

En el camino de ida pusieron Lágrimas del sol. La odié profundamente. Abominé a Bruce Willis (por enésima vez) y aborrecí a Monica Bellucci (por primera vez, por el precio de Hollywood). A la película la había visto en otro viaje, un par de años atrás, cuando los marines hacían y deshacían con mayor impunidad –en la opinión pública internacional, por lo menos. Esta vez –Líbano destruido en el medio- el mensaje nada sutil del film producía un sincero asco, cita final incluida. Ni hablar del grupo cristiano asesinado por las milicias pro islámicas. Me di vuelta para dormir, no pude.
De vuelta, pasaron El día después de mañana, políticamente correcta, pero entretenida. Efectista también. La tevé arriba, tan incómoda, y delante el paisaje puntano de la autopista, visión de persiana de cine negro gigante, donde los que pasamos intuimos la intriga en blanco y negro. ¿Tsunamis, precipitaciones mortíferas desde el cielo? Ah, vendrá todo eso y más. La cabeza entre el suspenso imaginario de la ruta y el marco catastrófico del Hollywood culposo.

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