Monday, December 11, 2006

Ah, diciembre... mes melancólico si los hay. Será el interés de encontrar sentido a lo que ha pasado en el año, será el clima odioso de las fiestas -de las que siempre quiero huir y nunca puedo-. Mes de recuentos caprichosos sí, pero por ese mismo motivo ineludible como la comida excesiva de las noches festivas y el calor absurdo que las acompaña. Recuentos arbitrarios los de fin de año –un poco miopes también- pero es un gusto que uno se puede dar una vez por año (imagínense esta lista no encerrados en un departamento con treinta y tantos grados sino tirados sobre un inflable azul, sobre una piscina cristalina, clippers negros, un cómodo chupetín en la boca, dulces postimágenes naranjas...)
Pienso sinceramente que el mejor cine lo sigue produciendo Estados Unidos. El entre comillas independiente y el que es independiente en serio. Creo que cintas como Historias de familia, Transamerica o Capote son muestras críticas y brillantes de lo que puede producir ese país –claro que por otra parte está la larga lista de basura, pero ese argumento a nadie le debería interesar. Por otra parte, el cine independiente del norte –de veras- que este año llegó a las pantallas argentinas (sí, ya sé que habían pasado por mil festivales indies hace tiempo) muestra una inteligencia corrosiva que pasa la gamuza sobre cualquier afectación europea, ejemplos de ello son Tarnation (he tratado sin éxito de conseguir el maravilloso soundtrack) y Capturando a los Friedman. El cine europeo, mientras tanto, sigue retorciéndose sin saber por dónde seguir, esto sin referir las malogradas coproducciones con Hollywood, como los tomatazos maduros V de Vendetta y El Código Da Vinci. Por su parte, el segundo cruce del mayor director europeo con Estados Unidos –Von Trier y su Manderlay- se tradujo en una buena película, pero menor a la par de la visionaria Dogville –la ausencia evidente de Kidman resta-.
Con el cine argentino hago párrafo aparte. Lo que pasó este año por las salas es significativo: una generación triunfó sobre la anterior, pero su éxito dentro de la producción local está en los acotados circuitos cinéfilos y no en la convocatoria de público. El cine nacional no lleva gente a las salas, y para colmo, el único que lo lograba - Fabián Bielinsky- murió. Los grandes directores argentinos, Caetano y Trapero, presentaron dos películas que, sin ser brillantes, pasaron rápidamente por las salas comerciales y también por las protectoras del INCAA. Con todo ha habido algunas buenas películas: El Custodio, Cara de Queso y la muy vanguardista Hamaca Paraguaya (soy injusto: no es argentina), y los intentos de Las Manos, Solos (¿el frustrado Brokeback argentino?) y Derecho de Familia (todavía no sé qué le han visto a Burman).
Fucking diciembre, ¿hablará este blog en enero?
Qué mal te veo Méliès.